Fava Pedroza, P. A., Velarde Mendívil, A. T., y Salgado Beltrán, L.

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Vol. 7, núm. 19 / enero abril del 2022 DOI: https://doi.org/10.36791/tcg.v7i19.134

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están inmersos como sujetos pertenecientes a un contexto determinado (Sayago, Chacón y Rojas, 2008). Para Dubar (1991), la identidad es la derivación ininterrumpida y eventual, individual y grupal, subjetiva y objetiva, histórica y ordenada de los diversos procesos en que las personas se relacionan y que, de forma paralela, van construyendo los individuos y las sociedades. Sería imposible alcanzar una integra conciencia de uno mismo si se excluye la propia pertenencia grupal, el afecto a estos grupos y el peso que estos poseen sobre las creencias, percepciones y conductas (Gómez, Gaviria y Fernández, 2006). La manera de cómo un individuo se concibe a sí mismo se deriva de su idea de pertenencia a una o varias agrupaciones sociales y esto va ligado con el grado de valor emocional que se le otorga por formar parte de dichos grupos (Morley, 1982).

Por otro lado, la pertenencia se expresa como el sentimiento de integración personal en un colectivo social, de manera que el individuo cree y esta consiente que su permanencia en él es vital e integral (Anant, 1966, citado por Dávila y Jiménez, 2014); además no hay que perder de vista que, la pertenencia es una necesidad innatas del hombre propuesta en la pirámide jerárquica de necesidades básicas humanas (Maslow, 2012). El sentido de pertenencia es una fase de cómo ir construyendo la identidad social (Harris y Cameron, 2005), es una acumulación de sentimientos que tienen su origen de las actividades del día a día en espacios cotidianos; el nivel de este sentido de pertenencia oscila con el tiempo en la medida que las experiencias aumentan y se fortalece con el entendimiento de un espacio (Fenster, 2004).

Un entorno donde se suscitan experiencias de progreso y madurez son los recintos educativos, en los cuales se invierte gran parte de tiempo de la vida, los profesionistas que egresen de ellos llevarán siempre el

nombre de su institución (Zorrilla, 2010). El sentido de pertenencia universitario es el sentimiento de orgullo de su institución, de sentirse parte de ella, estableciendo conexiones entrañables con sus integrantes; es la inclinación y aprobación de normas escolares, así como la aceptación de la valoración a la educación (Finn, 1989). Diferentes investigaciones (Kenney, Dumont y Kenney, 2005; Boyer, 1990; Astin, 1984) asientan que el estudiante al verse y percibirse como miembro, da sus primeras demostraciones de interés en lo referente a asuntos afines con la institución y colabora de forma personal con la imagen de su universidad, generando así un desarrollo educativo fluido y efectivo.

El entorno universitario es aquel lugar en el cual el alumno expresa y comparte sus sentidos con sus colegas, resultando crucial para el desarrollo de su identidad. A si, el espacio universitario fija un sistema de acuerdos y pautas para las relaciones de convivencia (Molina, 2015). La identidad universitaria, puede ser definida como el conjunto de componentes, perfiles y condiciones propias de una institución de nivel superior, que la distinguen de forma singular, le otorgan peculiaridad, y que se proyectan por medio de insignias que representan los valores que aspiran los estudiantes a alcanzarlos como propios (Linarez, 2006). Para Cabral y Villanueva (2006) es “la identificación a una colectividad institucionalizada, según las representaciones que los individuos se hacen de la realidad social y en donde se alinean factores tales como la experiencia escolar pasada, las relaciones humanas, la percepción de la universidad como unidad, el territorio, las afinidades, la educación, el vínculo, las normas y la dificultad del ingreso a la institución ”.

Fomentar la pertenencia universitaria, demanda de la difusión y colaboración de un programa de identidad que muestre a la institución misma, basado especialmente en su filosofía y símbolos, con el objetivo