González Díaz, D., Balderas Huerta, M. E., y López
Gama, H.
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Vol. 8, núm. 24 / septiembre – diciembre del 2023
éxito de una organización. Es aquí donde toma importancia el capital intelectual de la organización, el cual consta de activos intangibles, tales como; el capital interno, que comprende la infraestructura de la organización, conceptos y sistemas administrativos que sustentan las operaciones internas; el capital externo, que abarca la estructura externa de la organización, es decir, que se centra en las relaciones con el cliente y proveedores; y por último el capital humano, engloba el conjunto de personas, habilidades y conocimientos que poseen. Además, las competencias individuales son un aspecto crucial que hace referencia a la capacidad de un individuo para desempeñarse efectivamente en diversas situaciones, generando resultados valiosos tanto en términos concretos como abstractos (Chiavenato, 2009).
De acuerdo con Edvinsson y Sullivan (1996), el capital intelectual se ha vuelto un tópico, es decir, es un tema de gran relevancia en las empresas, sustancialmente en aquellas donde sus beneficios provienen primordialmente de servicios basados en el conocimiento y la innovación. Estos autores explican que las empresas del conocimiento son aquellas que utilizan su conocimiento como fuente de ventaja competitiva y que saben de la capacidad que tienen estos elementos para generan beneficios a través de la comercialización del conocimiento creado por sus recursos humanos, es decir, sus empleados. Por otro lado, dicen que, en el campo de producto, además de las empresas del conocimiento, se incluyen empresas de informática y tecnología. En este sentido, se trata de definir el capital intelectual como conocimiento que genera valor, una definición amplia que considera ideas e invenciones, así como, conocimientos generales, diseños y programas informáticos, publicaciones y procesos de datos.
Según Stewart (1998), el capital intelectual hace alusión a los recursos intelectuales tangibles e
intangibles, los activos no físicos de naturaleza intelectual tales como; conocimientos, información, propiedad intelectual y experiencias, las cuales pueden ser utilizadas para generar valor y riqueza, es complejo de reconocer y de compartir eficazmente, sin embargo, triunfa quien lo identifica y lo explota. Asimismo, Bontis (1998) hace su aporte diciendo que el capital intelectual ofrece una variedad de beneficios intrínsecos en las empresas, tanto en términos de generación de ganancias como de posicionamiento estratégico. Esto sugiere que, aunque la información pueda ser considerada como la materia prima, el conocimiento se asemeja más al producto final, es decir, la información, en su estado crudo, puede ser vista como la materia prima con la que trabajan las mentes y los procesos de una organización. Sin embargo, es a través de la interpretación, la síntesis y la contextualización de esta información que se crea el conocimiento, y a su vez, el valor.
2.1. Componentes del capital intelectual
Al identificar la clasificación de los diversos componentes que integran el capital intelectual, se hace referencia a distintas contribuciones teóricas y prácticas, sin embargo, de acuerdo con Sánchez et al. (2007), hay un acuerdo general en la forma en que se realiza una evaluación del capital intelectual, destacando los componentes de capital humano, capital estructural y capital relacional. Aunque estos elementos se consideran de manera individual, es importante reconocer la interrelación existente entre ellos, ya que esto resulta fundamental para una gestión efectiva del capital intelectual.
Por consiguiente, de forma general en la literatura referente al capital intelectual, existe un gran acuerdo en identificar los tres capitales mencionados, es decir, varios autores, (Edvinsson y Sullivan, 1996, Euroforum,