TRASCENDER, CONTABILIDAD Y GESTIÓN

Gastélum Cano, J. M.

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Año 5, núm. 14 / mayo - agosto del 2020

Cabe coincidir en éste trabajo con la propuesta de Picazo (1994 citado por De la Rosa, 2009:56) quien propone una selección estratégica de datos para integrar un sistema inteligente de información e identificar a los costos contables medioambientales como costos internos del proceso productivo de una gerencia “verde ”. La definición de esta, debe darse contablemente y evaluarse con indicadores internos. Esto puede inducirse por la puesta en marcha de nuevas prácticas que se arraiguen con el tiempo hasta llegar a un punto en el que los contadores se encuentren dispuestos a recibir guías emitidas por los organismos reguladores con el deseo de hacer las prácticas contables más sencillas. Esto permitirá la posibilidad de comparación con los competidores, tal como sugieren las entrevistas citadas por Lovell y MacKenzie (2011:726-727), en el caso de la contabilidad de carbono y los derechos de emisión.

Otro enfoque, es el de los costos ISO, definidos como aquellos que surgen para conocer el efecto monetario de las tecnologías ambientales en las organizaciones [ …] y que son la interpretación de los costos verdes de las normas ISO 14000 (De la Rosa, 2009:67). Lo cual parece una solución contundente y viable desde el punto de vista de Label (2000). Las ISO 14000 son una serie de normas para Sistemas de Administración Ambiental (EMS por sus siglas en inglés) que incluye la auditoría ambiental (Label, 2000:56-57). Estas normas, incluyen las preocupaciones de los interesados, expectativas de los consumidores y acreedores, las relaciones con la comunidad e inversionistas, así como el potencial para mejorar el control de costos y la reducción del importe de las primas de seguros. Además, proporcionan razones firmes para que las empresas adopten la ISO 14000 y satisfagan los requerimientos de la certificación (Label, 2000:64). Otros beneficios mencionados por Label (2000) incluyen: disminución regulatoria, incremento en la eficiencia, reducción del riesgo en la limpieza total del medio ambiente y un trato gubernamental preferente. Un beneficio final es que la ISO 14000 dificultará que

los países utilicen los asuntos ambientales como una barrera al comercio.

Los costos ISO 14000 parecen una propuesta un tanto incompleta y lejana de ser la solución para la totalidad de las organizaciones en el mundo entero, ya que como Label (2000:59) comenta, la ISO 14000 no especifica qué tanta contaminación puede producir una empresa o cuánta debería eliminarse. Más bien, las series ISO 14000 integran una lista completa de precisas prácticas de administración, una plantilla para cualquier empresa que desee establecer su propio sistema para ocuparse de los asuntos ambientales. Y aunque los beneficios argumentados parecen tentadores, Howard (1996 citado por Label, 2000:61) comenta que la auditoría necesaria para la ISO 14000 se hace con una base de instalación por instalación, cuyo costo pudiera estar por encima de los $15000 dólares, lo cual es una cantidad exorbitante de dinero que muchas organizaciones, principalmente en los países en vías de desarrollo, seguramente no están en posición de sacrificar por el medio ambiente. Además, dichas normas son ampliamente desconocidas.

Por otro lado, el tratamiento de dichos costos medioambientales puede darse dentro de una fusión de la teoría de costos de transacción y el criterio de costos sociales con algunas modificaciones. La primera, integra los costos tradicionales al medio ambiente y une a los costos comunes los medioambientales usando los principios de contabilidad (De la Rosa, 2009:64). La segunda, parte de tomar en cuenta el límite de vida de los recursos naturales, el valor de consumo de los recursos y el deterioro ambiental acumulado percibido por la comunidad, incluyendo la salud de los empleados. Esto puede entrar dentro de los principios de contabilidad, si tomamos en cuenta que éstos, señalan que el registro de los costos (en este caso los medioambientales) es paralelo a su ingreso, independientemente de su fecha de cobro (De la Rosa, 2009:64). Y efectivamente, los costos medioambientales