Gastélum Cano, J. M.

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Año 5, núm. 14 / mayo - agosto del 2020 DOI: https://doi.org/10.36791/tcg.v0i14.82

Pp. 38-64

Botosan (1997, citado por Aranguren y Ochoa, 2008:127) quien asegura que la información numérica tiene mayor contenido informativo. Dicha idea es apoyada en el terreno de la información social (Ernst y Ernst, 1978, citado por Aranguren y Ochoa, 2008:127) bajo el argumento de que la información divulgada mejora cuando se ofrece información de tipo cuantitativo. Esto se debe a que la empresa está especificando la cantidad de esfuerzo que está dedicando a esa área concreta de responsabilidad social, expresado de forma monetaria o no monetaria. O bien, información respecto la cantidad de esfuerzo que no se está dedicando, posibilitando la medición del costo que le está generando evitar adoptar ciertas políticas para el abatimiento de prácticas dañinas para el medio ambiente.

Esta tendencia de contabilidad ambiental es perfectamente permitida incluso por la teoría normada en México, cuyo organismo regulador es el IMCP (Instituto Mexicano de Contadores Públicos). Ya sea por la libertad de las organizaciones de utilizar su propio plan de cuentas, de acuerdo a su plan de gestión, influencia de variables endógenas, política tributaria o naturaleza de su capital (De la Rosa, 2009:34), o bien sea por la interpretación que se le da a cada concepto de acuerdo a la naturaleza de la organización. Lo anterior, nos sitúa en un marco contextual que contempla la emergencia de una contabilidad medioambiental que intenta satisfacer la demanda creciente de rendición de cuentas (a internos y stakeholders), desde una contabilidad financiera, obligada a evolucionar para adaptarse a las necesidades variantes del usuario. En este caso, originadas por la demanda en ascenso de terceros interesados, seguramente convencidos de que tal como denuncia Hardin (1968:1243) sólo aumentaremos la miseria humana si en el futuro inmediato, no asumimos que el mundo disponible para la población es finito.

La principal justificación para la contabilidad medioambiental es obtener y revelar el conocimiento del efecto gradual o acumulado del impacto de la empresa en el medioambiente y ayudar a acceder a un comportamiento correcto con el medio ambiente (De la Rosa, 2009:50). Sin embargo, por nacer al amparo de la contabilidad corriente, presenta limitaciones surgidas por la imposición de las reglas tradicionales de esta contabilidad, limitaciones tales como:

“el registro de los costos de inversiones ambientales en los costos de producción; la falta de reconocimiento de los beneficios tangibles de su registro, optando por no incluirlos; la ausencia de compromiso con las nociones ambientales de los límites de la actividad económica y por tanto la ausencia de información al respecto; una visión a largo plazo de los asuntos medio ambientales de la empresa, por su falta de certidumbre; el uso de la teoría de la firma o de la agencia, para identificar la propiedad de los recursos, por lo que la propiedad del aire y del agua es parte del capital natural y no propiedad privada. ” (De la Rosa, 2009:54-55).

Lo antes dicho, destaca lo escrito por Hardin (1968:1245), cuando expone:

“El hombre razonable encuentra que su parte de los costos de los desperdicios que descarga en los recursos comunes es mucho menor que el costo de purificar sus desperdicios antes de deshacerse de ellos. Ya que esto es cierto para todos, estamos atrapados en un sistema de "ensuciar nuestro propio nido", y así seguirá mientras actuemos únicamente como libres empresarios, independientes y racionales. ”